lunes, 9 de noviembre de 2009

Los privilegios del olor de la primera vez.


¿Por qué los olores, más que ningún otro estímulo sensorial, nos traen recuerdos vívidos espontáneamente? Un equipo del Instituto de Ciencia Weizmann (Israel), encabezado por Yaara Yeshurun, ha descubierto que los olores que se asocian con la primera vez que se experimenta algo tienen un patrón de actividad cerebral completamente diferente al resto de olores y demás estímulos sensoriales. Los resultados aparecen en Current Biology.

Uno de los fragmentos más conocidos y nombrados de En busca del tiempo perdido, de Proust, tiene lugar en la primera de las obras, Por el camino de Swann, cuando el narrador rememora recuerdos de su infancia al comer una magdalena con una taza de té, ya que asocia el sabor, la textura y, sobre todo, el aroma de la magdalena con ese mismo estímulo vivido años atrás, en la niñez, pasados en los viajes que hacía con sus padres a la casa de la tía Leoncia.

Esta escena puede hacer pensar que existe una asociación entre la niñez y sus olores. Yashurun et ál. piensan que la clave del fenómeno de evocación de recuerdos por el olor no está en la niñez, sino en la primera vez que se percibe un olor en el contexto de un objeto o acontecimiento particular. En otras palabras, la asociación de un olor con una experiencia dejaría de alguna forma una impresión única y duradera en el cerebro. Los olores asociados a la niñez no serían especiales por la niñez, sino porque en estos años es la primera vez que se asocia una experiencia con un olor.

Para probar esta idea, los científicos diseñaron el siguiente experimento. Primero, en un laboratorio especial de olores, los sujetos vieron imágenes de 60 objetos. Cada una se presentaba a la vez que un olor, que podía ser agradable o desagradable. A continuación los sujetos eran sometidos a un escáner por resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) para medir su actividad cerebral cuando revisaban las imágenes que habían visto e intentaban recordar qué olor estaba asociado con cada una. Posteriormente, se repetía todo (imágenes, olores, fMRI) con las mismas imágenes pero con distintos olores asociados. Finalmente, los voluntarios eran citados una semana más tarde para un tercer escáner fMRI. Visionaban las imágenes una vez más y se les pedía que recordasen los olores asociados a ellas.

El equipo encontró que después de una semana, incluso si el sujeto recordaba ambos olores igualmente, la primera asociación revelaba un patrón de actividad cerebral muy definido. El efecto era independiente de si el olor era agradable o no. Este patrón característico involucraba al hipocampo, ligado a la memoria, y a la amígdala, implicada en la emoción. El patrón era tan marcado que permitía a los investigadores predecir qué asociaciones se recordarían sólo fijándose en la actividad en estas regiones tras la exposición inicial, es decir, mirando a los datos del fMRI del primer día podían saber qué recordaría el sujeto una semana más tarde.

Para comprobar si el fenómeno también ocurría con otros estímulos sensoriales, Yeshurun y sus colegas repitieron todo el experimento usando sonidos en vez de olores. Encontraron que los sonidos no provocan un patrón de actividad tan distintivo la primera vez, esto es, el fenómeno parece específico del olfato.

Referencia:

Yeshurun, Y., Lapid, H., Dudai, Y., & Sobel, N. (2009). The Privileged Brain Representation of First Olfactory Associations Current Biology DOI: 10.1016/j.cub.2009.09.066

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo un pequeño detalle es madalena no magdalena

Unknown dijo...

Muchas gracias por el comentario y su intención.

Me permito remitirte a la acepción segunda de "magdalena" en el diccionario de la RAE: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=magdalena

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Sin que tenga un gran fundamento, siempre he sospechado que los olores pueden resultan tan evocadores porque, de los cinco sentidos, es el más antiguo: quimiorreceptores frontales que ya tenían los cefalocordados primigenios. El nervio olfativo (¡primer par craneal!) penetra directamente en el archicórtex. ¿Cómo no iba a tener ese poder de transportarnos a nuestra infancia cuando olemos algo que hace un porrón de años con lo que no estamos en contacto?

marichuy dijo...

Hola

Muy interesante texto; un tema que siempre me ha inquietado. Tarde me vine a encontrar con que soy más proustiana de lo que creía; para mí, mi magdalena (así se llama en México) es el olor, el aroma me detona todos los recuerdos, hasta los que preferiría olvidar.

De todos los sentidos el olfato y el gusto fueron los que más intrigaron a Proust, acaso porque son los más relacionados con los sentimientos. Eso dice el escritor Federico Campbell, en una estupenda reseña sobre un libro llamado “Proust was a Neuroscientist” del escritor estadounidense Jonah Lehrer.

Saludos

El artículo de Campbell, publicado en la Revista de la Universidad de México:
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/5008/5008/pdf/50campbell.pdf