lunes, 16 de noviembre de 2009

Las estrategias de emparejamiento de los hadza, ¿un nuevo hachazo a la psicología evolucionista?


A diferencia de los varones y mujeres occidentales, los miembros de la tribu africana de cazadores-recolectores Hadza se emparejan sin tener en cuenta el tamaño y la fuerza del otro. Este resultado, obtenido por Rebecca Sear de la London School of Economics (Reino Unido) y Frank Marlowe de la Universidad Estatal de Florida en Tallahassee (EE.UU.) y publicado en Biology Letters [1], subraya las diversidad de estrategias de emparejamiento de los humanos y, según los autores, ataca la base de la psicología evolucionista.

Sear y Marlowe ponen en entredicho a los psicólogos evolucionistas que afirman que el tamaño físico influye en las decisiones de emparejamiento en todas las sociedades. Ese argumento estaría basado en gran parte, según los investigadores, en autoevaluciones de estudiantes universitarios occidentales y el análisis de anuncios personales en busca de pareja en periódicos de los Estados Unidos.

Otros investigadores ya han señalado que la evolución cultural en los últimos 50.000 años, no la evolución genética durante la Edad de Piedra, es lo que probablemente habría permitido la diversidad de estrategias de emparejamiento existentes en los humanos [2].

La gente busca en todas partes parejas fértiles y sanas, incluidos los hadza. Los matrimonios hadza no suelen ser de personas con alturas, pesos, índices de masa corporal, porcentajes de grasa corporal o fuerza de agarre similares. Tampoco hay entre los hadza un número desproporcionado de parejas en las que el varón es más alto que la mujer, como sí está documentado que ocurre en varios países occidentales. De hecho, casi ningún individuo hadza menciona la altura o el tamaño cuando se le pide que expliquen que hace atractivo a alguien del sexo opuesto. Así, el número de parejas hadza en las que las mujeres son más altas que los varones coincide con el valor que arrojaría un emparejamiento al azar; sin embargo, en Inglaterra el número es mucho menor, lo que indica una preferencia por el varón más alto.

Según Sear y Marlowe, entre los aproximadamente 1.000 hadzas que se las arreglan para sobrevivir en la Tanzania rural, el conocimiento de primera mano del historial de salud de una pareja potencial puede hacer irrelevante su altura y tamaño. Asimismo, cualquier beneficio para la salud que pudiera estar asociado a ser grande se anula por la dificultad de mantener un cuerpo que requiere más alimento que otro más pequeño durante las frecuentes épocas de escasez.

Podría argumentarse que los hallazgos de Sear y Marlowe sí se ajustan a la teoría de la psicología evolucionista si partimos de la hipótesis de que se activarían diferentes estrategias, genéticamente determinadas, dependiendo de las condiciones sociales y ecológicas. Según esto, en las sociedades grandes, donde la gente sabe poco del historial de salud del otro, la altura y el peso podrían ser indicadores iniciales razonables de una pareja saludable. Desde el punto de vistas del que esto escribe, este razonamiento viola uno de los principios básicos de la psicología evolucionista, a saber, la idea de que este módulo del comportamiento humano se desarrolló en un tiempo (el Pleistoceno) y en un lugar (las sabanas de África) y, por tanto, para un tipo concreto de sociedad, la de cazadores recolectores. Como los hadza.

Marlowe dirigió un equipo que realizó el trabajo de campo para este estudio entre 2001 y 2006. Prácticamente todas las parejas que se casaron en este período participaron en él, 286 en total.

Referencias:

[1]

Sear, R., & Marlowe, F. (2009). How universal are human mate choices? Size does not matter when Hadza foragers are choosing a mate Biology Letters, 5 (5), 606-609 DOI: 10.1098/rsbl.2009.0342

[2]

Brown, G., Laland, K., & Mulder, M. (2009). Bateman's principles and human sex roles Trends in Ecology & Evolution, 24 (6), 297-304 DOI: 10.1016/j.tree.2009.02.005

1 comentario:

Anónimo dijo...

La psicología evolucionista se suele extralimitar en sus afirmaciones. Es cierto que los experimentos realizados dan alguna información sobre la influencia de la genética en el comportamiento. Sin embargo, por obra y gracia de la imaginación, el deseo y la notoriedad, las conclusiones de estos se exageran y generalizan ilícitamente, y al final acaban entrando en contradicción con gran cantidad de datos etnográficos, e incluso con lo que nos muestra la vida diaria.