viernes, 8 de mayo de 2009

Somos conscientes de movernos, ¡antes de hacerlo!


Cada día realizamos acciones que parecen depender más de nuestro “libre albedrío” que de cualquier obvio estímulo externo. Esta capacidad no sólo diferencia a los humanos de otros animales, sino que también nos da la clara sensación de controlar nuestros cuerpos y nuestras vidas. Constituye, por lo tanto, un elemento clave en nuestra propia identidad personal. Sin embargo, estas acciones voluntarias son un problema para la neurociencia actual. ¿De dónde vienen? Un estudio de Desmurget et al. que se publica hoy en Science revela cómo puede el cerebro producir nuestra experiencia de iniciar una acción voluntaria.

El equipo de investigadores estudió el efecto de la estimulación cortical directa de las regiones parietal y premotora en pacientes que iban a ser sometidos a cirugía para la extracción de un tumor.

La estimulación del lóbulo parietal (en amarillo en la imagen) provocó la experiencia consciente de querer mover los miembros superiores contralaterales, los labios o la lengua sin que se registrase actividad muscular alguna (monitorizada por electromiografía). Cuando la intensidad de la estimulación se incrementó, los pacientes creyeron que se habían movido o hablado realmente, pero una vez más no se registró actividad muscular alguna.

 Por otro lado, cuando se estimuló la región premotora de los lóbulos frontales (en azul en la imagen) se indujeron movimientos complejos. A pesar de ello, los pacientes no experimentaron estos movimientos como producidos por un acto consciente de la voluntad. Tanto es así que ni se daban cuenta de que se habían movido. El incremento de la intensidad del estímulo incrementó la amplitud o la complejidad de los estímulos, pero no les hizo ser conscientes.

Por lo tanto, la intención consciente y la consciencia del movimiento aparecen por un incremento en la actividad parietal anterior a la ejecución del movimiento.

 

Más información:

 “Movement Intention After Parietal Cortex Stimulation in Humans”. Science 8 May 2009: Vol. 324. no. 5928, pp. 811 – 813 DOI: 10.1126/science.1169896

 Diez segundos antes de la consciencia

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