miércoles, 3 de noviembre de 2010

Por qué la selección natural no ha erradicado los genes de los sistemas inmunitarios débiles.


Un compromiso variable entre reproducción y supervivencia en una población salvaje de ovejas Soay podría haber resuelto la vieja cuestión de por qué la selección natural no ha erradicado los genes de los sistemas inmunitarios débiles.

La posible respuesta la publica un equipo encabezado por Andrea Graham, de la Universidad de Princeton, en Science. El artículo forma parte de una nueva área de especialización, la ecoinmunología, que examina cómo los diferentes niveles de anticuerpos en la sangre de animales salvajes pueden influir en su capacidad para sobrevivir y reproducirse.

Específicamente los investigadores encontraron que, dentro de una población aislada de ovejas salvajes, los individuos con mayores niveles de anticuerpos asociados con la autoinmunidad en otras especies tenían mayor probabilidad de sobrevivir a condiciones ambientales extremas, pero también se reproducían menos. Consecuentemente, los beneficios de una alta inmunidad, como librarse rápida y eficientemente de una infección, pueden tener un coste: menor energía para la reproducción.

Investigaciones anteriores habían puesto de manifiesto que los roedores silvestres podían mantener concentraciones relativamente altas de anticuerpos en sangre, pero, misteriosamente, las enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1 y el lupus sólo se encuentran en humanos y en mamíferos en cautividad, incluyendo animales domésticos y de laboratorio. ¿Son entonces las enfermedades autoinmunes un efecto de la cautividad?

Los investigadores tomaron muestras de sangre todos los meses de agosto durante once años de una población de ovejas Soay que habita en Hirta, una isla del archipiélago de San Kilda, frente a las costas occidentales de Escocia. En esas muestras se determinó la concentración de anticuerpos antinucleares (ANA, por sus siglas en inglés), anticuerpos autoinmunes que atacan los contenidos de los núcleos celulares como si fueran elementos extraños. Posteriormente compararon estos niveles con otras variables de adaptación como la supervivencia y la reproducción.

Los investigadores encontraron que las hembras adultas con niveles más altos de ANA vivían más tiempo porque eran capaces de soportar mejor los durísimos inviernos infestados de parásitos. Sin embargo, estas mismas hembras era menos probable que tuviesen descendencia a la primavera siguiente. Sin embargo, la correlación sólo aparecía tras inviernos especialmente fríos, cuando algunas veces moría el cincuenta por ciento de la población, sugiriendo que la heterogeneidad en la respuesta inmune se produce por la selección natural actuando en un entorno siempre cambiante.

Las hembras con altos niveles de ANA también produjeron descendencia con mayores probabilidades de sobrevivir al siguiente invierno que la de la nacida de madres con sistemas inmunitarios débiles, lo que sugiere que existe una base genética para las distintas respuestas inmunitarias en la población de ovejas.

De los resultados se desprende que, cuando la prevalencia de los parásitos es baja y la comida es abundante, los individuos con respuestas inmunitarias bajas tendrán una adaptación más alta porque tendrán energía para producir el máximo de descendencia en el menor tiempo posible. Pero cuando la amenaza de infección es alta y los inviernos son terriblemente fríos, los individuos con sistemas inmunitarios poderosos sobrevivirán y vivirán para tener más descendencia, mientras que otros morirán. Por tanto, estos dos platos de la balanza justifican la heterogeneidad en la respuesta inmune.

Pero antes de elevar este resultado a definitivo, hemos de recordar que correlación no es causalidad. Ahora tocan otros cuantos años de investigación manipulando los sistemas inmunitarios para comprobar que efectivamente existe una relación causa efecto.


Referencia:

Graham, A., Hayward, A., Watt, K., Pilkington, J., Pemberton, J., & Nussey, D. (2010). Fitness Correlates of Heritable Variation in Antibody Responsiveness in a Wild Mammal Science, 330 (6004), 662-665 DOI: 10.1126/science.1194878

1 comentario:

Adama dijo...

Nunca me había plateado el tema, la verdad, por lo que cuando he visto el título me he quedado parado. Habrá que esperar a ver si se cumple la causalidad. :)