martes, 22 de septiembre de 2009

La música cambia nuestra percepción visual del mundo o por qué la música nos emociona.


Mientras escribo estas líneas estoy escuchando unos lieder de Haydn cantados, como es lógico, en alemán. Si bien no entiendo la letra, disfruto mucho de la música, y siendo unas canciones alegres consiguen ponerme de buen humor. Igual nos ha pasado a todos alguna vez con una canción pop, rock o rap (no digamos un aria de ópera) que, aunque no entendamos qué dice la letra, ha conseguido emocionarnos. Y emocionarse es alterar la forma en que percibimos los mismos hechos objetivos. ¿Hasta qué punto influye la música en la forma en que percibimos el mundo? Y ¿de dónde proviene esa influencia? Para responder a la primera pregunta veamos un artículo publicado en Neuroscience Letters por Nidhya Logerwaran y Joydeep Bhattacharya de la Universidad de Londres (Reino Unido), en el que se da cuenta de los resultados de un estudio según el cual la música afecta a cómo se perciben las imágenes, incluso cuando la música ha cesado.

En el experimento, 30 voluntarios escucharon una serie de piezas musicales clasificadas como “alegres” o “tristes”. Tras escuchar la grabación los sujetos veían la fotografía de una cara durante 1 segundo. A algunos se les mostraba una fotografía de una persona “alegre” (la persona estaba sonriendo) y a otros se les enseñaban caras con expresiones tristes o neutras. A los participantes se les pedía que evaluasen el contenido emocional de la cara según una escala del 1 al 7, en la que 1 significaba extremadamente triste y 7 extremadamente alegre.

Los investigadores encontraron que la música influía poderosamente en las evaluaciones emocionales de las caras. La música alegre hacía que las caras alegres pareciesen aún más alegres y la triste aumentaba la tristeza percibida en las tristes. Un efecto similar se encontró con las caras neutras. Este resultado que puede parecer trivial no lo es en absoluto.

En efecto, dos conclusiones importantes se extraen de este estudio. En primer lugar, que las emociones provocadas por la música son “intermodales”, es decir, se contagian fácilmente de un sentido a otro. Esto no es del todo nuevo, ya se sabía que la música puede influir en la percepción de estímulos visuales cuando se presentan simultáneamente, pero este estudio ha sido el primero en demostrar que las emociones evocadas por la música influyen en la percepción del contenido emocional de estímulos visuales que se presentan a posteriori. En segundo lugar, estos resultados vienen a reforzar la idea de que el procesamiento emocional tiene lugar fuera de la consciencia, en vez de estar basado en juicios y decisiones. La música estaría pues relacionada con los automatismos de nuestro cerebro.

Abordemos ahora la segunda cuestión de las que proponíamos al principio. Aunque probablemente parezca obvio que la música provoca emociones, no está claro porqué. ¿Por qué escuchar música es diferente a escuchar hablar a alguien, o a escuchar los sonidos de los animales o a escuchar el camión de la basura? ¿Por qué es agradable escuchar música? ¿Por qué nos influye emocionalmente?

Puede que la respuesta nos la dé nuestro origen evolutivo. La mayor parte de los estímulos evocadores de emociones en la vida de nuestros antepasados habrían sido los provenientes de las caras y los cuerpos de sus congéneres, y si uno encuentra artefactos humanos que poseen un alto poder evocador, es una buena suposición pensar que dichos artefactos deben parecer o sonar humanos de alguna manera. Siendo la música tan evocadora emocionalmente podríamos concluir que la música, a diferencia de otros sonidos, contiene elementos claramente humanos.

La cuestión, por supuesto, es cuáles son esos elementos. Un candidato es nuestro discurso expresivo: quizás la música no sea más que una forma abstracta de lenguaje. Pero esto no parece muy probable, de hecho la mayor parte de la emoción del lenguaje está en el significado, lo que explica que un discurso o el recitado de un poema en una lengua desconocida no despierten emociones en nosotros.

Pero hay un segundo comportamiento expresivo auditivo que los humanos realizan: nuestros propios movimientos corporales. El que los movimientos humanos son la base fundamental de la música es una conjetura que ya hicieron los griegos. El sistema auditivo es capaz de dar sentido a los sonidos de la gente que se mueve a nuestro alrededor: los zapatazos de alguien que camina enfadado, los roces de alguien que se acerca a hurtadillas, un corazón que palpita con tranquilidad o con excitación, etc. Esta capacidad para interpretar los sonidos emocionalmente es un proceso completamente inconsciente, automático.

Algunos de estos movimientos y sus sonidos asociados generan emociones positivas (evocan imágenes de actos agradables), mientras que otros podrían asociarse rápidamente con el miedo y la ansiedad (por ejemplo, el sonido de alguien corriendo o realizando un movimiento acelerado, te hace preguntarte inconcientemente de qué huye o qué le ataca). Según esta idea, si la música sonase como los movimientos expresivos humanos justificaría que fuese tan fácilmente interpretada por nuestro cerebro. En otras palabras, la música habría sido seleccionada culturalmente para sonar, sin que reparemos en ello, como un humano emocionalmente expresivo.

Referencia:

Logeswaran, N., & Bhattacharya, J. (2009). Crossmodal transfer of emotion by music Neuroscience Letters, 455 (2), 129-133 DOI: 10.1016/j.neulet.2009.03.044

1 comentario:

ivan haiek dijo...

Muy bueno , EL vocabulario utilizado es un tanto exclusivo , asi q muy pocos podran enteder a la perfeccion lo que has intentado plasmar , pero ... aquel q lo entienda vera q genial q es la musica