lunes, 7 de junio de 2010

El deseo de ser comido por un gato.


Si un bicho extraterrestre invadiese los cerebros de la mitad de la población, tomase el control de su neuroquímica, alterase su forma de comportarse y volviese locos a algunos, la alarma en la población sería extrema . Y, sin embargo, algo así puede estar pasando sin que el mundo se dé cuenta.

Toxoplasma gondii no es un extraterrestre; es un pariente del Plasmodium, el patógeno que causa la malaria. Y es bastante común: en algunas partes del mundo hasta un 60 % de la población está infectada. Puede dañar a los fetos y a las personas con SIDA porque sus sistemas inmunitarios no pueden hacerle frente. Para el resto de los infectados los síntomas no pasan de los de una gripe. Nada por lo que preocuparse, si no fuera porque cada vez hay más pruebas que indican que algunas de estas personas sufrirán cambios de conducta permanentes.

Una de las razones para sospechar esto es que el nivel de infección por Toxoplasma parece estar relacionado con el nivel de neuroticismo de una población. Otra es que los infectados parecen tener peores tiempos de reacción y es más probable que se vean implicados en accidentes de tráfico. Una tercera es que tienen intervalos de atención cortos y poco interés por lo nuevo. Una cuarta, y posiblemente la más preocupante, es que aquellos que sufren de esquizofrenia es más probable que hayan estado expuestos a Toxoplasma.

Nada de esto es verdaderamente sorprendente ya que, además de los humanos, Toxoplasma tiene dos huéspedes habituales: los roedores y los gatos. Y lo que hace a los roedores es ciertamente extraño. Joanne Webster (Imperial College; Reino Unido) ha publicado una revisión [1] en el Schizophrenia Bulletin en la que repasa los efectos de Toxoplasma en sus huéspedes animales.

Al igual que Plasmodium, cuyo ciclo vital está compartido entre los mosquitos y el hombre, el de Toxoplasma lo está entre felinos y roedores, viviendo distintas fases de su existencia en cada uno. En los gatos reside en la pared del intestino grueso y sale del huésped en las heces. Éstas son recogidas por ratas y ratones (e incluso por otros mamíferos, incluido el hombre), en los que forma quistes en el cerebro, hígado y tejido muscular. Finalmente, si los parásitos tienen éxito, su huésped roedor es comido por un gato y el ciclo empieza de nuevo.

A diferencia de Plasmodium, sin embargo, que puede fiarse del comportamiento natural de los mosquitos para propagarse, los huéspedes roedores de Toxoplasma presentan una fuerte aversión a ayudarle a llegar a su nueva etapa del ciclo. Es aquí donde entra lo que Webster llama “atracción felina fatal”. Las ratas y ratones infectados por Toxoplasma comienzan a andar por ahí atrayendo la atención sobre ellos; en otras palabras, comportándose de manera que llaman la atención de los gatos. Podrían estar incluso, según sugiere Webster, atraídos por el olor de los gatos.

Hasta hace poco no se sabía cómo eran posibles estos cambios de comportamiento. Pero en 2009 el equipo de Glenn McConkey (Leeds; Reino Unido) analizó el ADN de Toxoplasma. Cuando comparó los resultados con los de otras especies, descubrió que dos de sus genes codifican una enzima (la hidroxilasa de la tirosina) implicada en la producción del neurotransmisor dopamina (en concreto de su precursor L-DOPA). Los neurotransmisores tienen sentido cuando hay un sistema nervioso, por lo que no se ve razón para que existan en un organismo unicelular. Por si esto fuera poco, la dopamina está particularmente implicada en la esquizofrenia. Así el haloperidol, un antipsicótico, funciona bloqueando los receptores de dopamina.

Se ha demostrado que el haloperidol sirve para revertir la atracción felina fatal en ratas. Esto sugiere que el parásito está realmente interfiriendo con el sistema dopaminérgico del cerebro; y, por lo tanto, podría estar haciendo lo mismo en humanos.

Las pruebas de que la toxoplasmosis humana hace más de lo que parece a simple vista están, para ser honestos, bastante dispersas. Pero es fascinante y probablemente merezca la pena intentar reunirlas.

La conexión con la esquizofrenia se sugirió originalmente en los años 50 del siglo XX, pero realmente empezó a tomar cuerpo en 2003 cuando Fuller Torrey (Stanley Medical Research Institute; EE.UU.) y Robert Yolken (Johns Hopkins; EE.UU.) descubrieron [3] que la gente que sufría de esquizofrenia tenía tres veces más probabilidades que la población general de tener anticuerpos de Toxoplasma.

Esto no prueba, por supuesto, que Toxoplasma cause la esquizofrenia. Como es sabido correlación no implica causalidad. Podría ser que los esquizofrénicos fuesen más susceptibles a la infección, o que interviniese una tercera variable desconocida.

Otra correlación interesante es la descubierta por Jaroslav Flegr (Carolina; República Checa). Flegr ha estudiado varios aspectos de la cuestión Toxoplasma. Uno de ellos fue la tasa de infección en la gente implicada en accidentes de tráfico [4]. Tanto conductores como peatones que habían tenido accidentes tenían casi tres veces más probabilidad de estar infectados que individuos comparables que no habían tenido accidentes. Resultados similares se han encontrado por Kor Yereli (Celal Bayar; Turquía) [5]. Flegr ha encontrado otras anormalidades en personas infectadas. Éstas incluyeron mayores tiempos de reacción e intervalos de atención más cortos (ambas cosas ayudarían a explicar la estadísticas de accidentes) y reducción de la “búsqueda de lo nuevo”.

Esto último es curioso. La clase de comportamiento mostrada por los roedores es, más que otra cosa, un incremento de la búsqueda de lo nuevo. Lo interesante es que la búsqueda de lo nuevo está controlada por células nerviosas que responden a la dopamina. Los humanos son huéspedes sin salida en lo que respecta a Toxoplasma, por lo que el efecto exacto no habría sido afinado por la selección natural y puede que por esto sea diferente al de los animales que son realmente útiles al parásito.

Todos estos efectos aquí sugeridos son obviamente malos para los individuos implicados, pero algunos investigadores van más allá y proponen que sociedades enteras están siendo alteradas por Toxoplasma. En 2006 Kevin Lafferty (California en Santa Barbara; EE.UU.) publicó un artículo [6] en el que llamaba la atención sobre la correlación existente entre neuroticismo (establecido mediante encuestas nacionales) en varios países y el nivel de infección por Toxoplasma registrado en mujeres embarazadas (un grupo que se comprueba rutinariamente). Los datos iban desde el flemático Reino Unido, con un resultado en neuroticismo de -0,8 y una tasa de infección por Toxoplasma del 6,6%, a la pasional Francia, con 1,8 y una tasa de infección del 45%. Los prejuicios a ambos lados del Canal tendrían, pues, un origen inesperado.

Repetimos que correlación no es causalidad, e insistimos en que hace falta aún mucho trabajo para probar esta idea. Pero podría ser que el deseo de un parásito de ser comido por un gato esté dando forma a las culturas del mundo.

Referencias:

[1]

Webster JP (2007). The effect of Toxoplasma gondii on animal behavior: playing cat and mouse. Schizophrenia bulletin, 33 (3), 752-6 PMID: 17218613

[2]

Gaskell EA, Smith JE, Pinney JW, Westhead DR, & McConkey GA (2009). A unique dual activity amino acid hydroxylase in Toxoplasma gondii. PloS ONE, 4 (3) PMID: 19277211

[3]

Torrey EF, & Yolken RH (2003). Toxoplasma gondii and schizophrenia. Emerging infectious diseases, 9 (11), 1375-80 PMID: 14725265

[4]

Flegr J, Havlícek J, Kodym P, Malý M, & Smahel Z (2002). Increased risk of traffic accidents in subjects with latent toxoplasmosis: a retrospective case-control study. BMC infectious diseases, 2 PMID: 12095427

[5]

Yereli K, Balcioğlu IC, & Ozbilgin A (2006). Is Toxoplasma gondii a potential risk for traffic accidents in Turkey? Forensic science international, 163 (1-2), 34-7 PMID: 16332418

[6]

Lafferty KD (2006). Can the common brain parasite, Toxoplasma gondii, influence human culture? Proceedings. Biological sciences / The Royal Society, 273 (1602), 2749-55 PMID: 17015323

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bueno, bueno, bueno! Muchos biólogos ya habían hablado de cómo es plausible que un parásito "intente" alterar la vida de su hospedador para asegurar su futuro (la rabia vuelve agresivos y mordedores a los perros, muchas enfermedades víricas nos hacen toser y estornudar, y la sífilis incrementa el apetito sexual,...), por lo que esa correlación (que no causalidad, como muy prudentemente recuerdas) podría tener mucho sentido. Eso no quita que siga siendo algo sorprendente. Me ha gustado mucho el post y me ha dejado flipando el artículo que relaciona toxoplasmosis y accidentes de tráfico.

Elara dijo...

Existe otro parásito (ahora no recuerdo el nombre) cuyo hospedador definitivo son herbívoros y el intermediario , una hormiga. Cuando la hormiga se infecta, deja de hacer lo que hacen las hormigas (llevar comida al hormiguero, básicamente) y sube a la punta del pasto a esperar que una vaca pase por intermediario y se la coma. Siempre me ha parecido muy curioso.

Elara dijo...

Ya me he acordado, es el Dicrocoelium dendriticum, y el hospedador definitivo son sobre todo ovejas y otros rumiantes: http://suite101.net/article/la-aventura-del-parsito-creador-de-zombis-d-dendriticum-a16221#axzz2QonpHtJv