miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Esto te lo he contado ya?


A todos nos ha pasado que hemos empezado a contar una historia o un chiste, y nos hemos dado cuenta en algún momento de que puede que ya se lo hayamos contado a la persona que ahora nos escucha con una sonrisa forzada. El hecho cierto es que nos resulta difícil recordar a quién hemos contado las cosas. Nigel Gopie del Instituto de Investigación Rotman (Canadá) y Colin MacLeod de la Universidad de Waterloo (Canadá) publican un estudio en Psychological Science en el que demuestran que la memoria destino (a quién hemos transmitido una información) es más débil que la memoria fuente (de dónde hemos obtenido una información). Este resultado es relevante para comprender mejor las interacciones sociales, el funcionamiento de la memoria en general y los deterioros de ésta con la edad.

En todos los años que se lleva estudiando la memoria, se han explorado muchos aspectos de ella: a corto y largo plazo, implícita y explícita, autobiográfica, recuerdos falsos y también la memoria fuente. Sin embargo se ha prestado poca atención a la memoria destino. Si bien la fuente de una información que se recuerda puede tener una importancia crucial (¿esto lo he leído en El Mundo Today o en El Mundo?), también la tiene el destino. Por una parte nuestras anécdotas, chistes y cotilleos son un componente básico de nuestra identidad social. Por otra, el repetirse no sólo es embarazoso, puede ser incluso peligroso: pensemos en diplomáticos, mentirosos o cualquiera que intente guardar un secreto, ya sea personal o profesional.

El descubrimiento de Gopie y MacLeod ayuda a explicar varios tipos de interacción social que resultan embarazosos, cuando no fastidiosos. En un experimento, los investigadores hicieron que 60 estudiantes de la Universidad de Waterloo asociaran 50 datos aleatorios (del tipo “el corazón de una gamba está en la cabeza” o “el 8% de los varones es daltónico”) con la cara de 50 personas famosas, como Madonna u Oprah Winfrey. La mitad de los estudiantes le “contaron” cada hecho a una de las caras, leyéndolo en voz alta cuando aparecía la cara del famoso en una pantalla de ordenador. La otra mitad leía el hecho en silencio y veía un famoso diferente un momento después.

Los estudiantes pasaron entonces un test de memoria, asociar datos con caras. Los estudiantes que habían simulado contar los datos lo hicieron un 16 por ciento peor que los que habían recibido los datos en su cerebro mientras veían caras de famosos. Los autores del estudio concluyen que la información “de salida estaba menos integrada con su contexto ambiental [la persona] que la de entrada”.

Esto es consistente con el hecho de que la capacidad de atención es finita, si uno cuenta algo debe restar algo de atención al entorno para prestarla a cómo está diciendo las cosas. Cuando se repitió el experimento pero con datos personales de los sujetos, la memoria destino empeoró significativamente, ya que la persona que lo cuenta presta mayor atención a lo que cuenta.

La consecuencia es que, cuanto más complicada y rica en detalles sea la historia que cuentes (más demandante de atención por tu parte, por tanto) más probable es que te encuentres esa expresión en la cara de tu interlocutor que dice: “es la tercera vez que me lo cuentas”.

Una técnica para acordarse de a quién se ha dicho qué es hacer explícito en la comunicación a quién te diriges. Lo suelen hacer los buenos diplomáticos, agentes secretos, vendedores, jefes y mentirosos. Así, por ejemplo: ¿te he contado, Alvy, lo de nuestra oferta de impresoras?

Esto es precisamente lo que los investigadores comprobaron en su último experimento del artículo. El decir el nombre del receptor (“Madonna, el cerebro de una gamba está en el cerebro”) incrementó la precisión de la memoria destino.

Referencia:

Gopie, N., & MacLeod, C. (2009). Destination Memory: Stop Me if I've Told You This Before Psychological Science, 20 (12), 1492-1499 DOI: 10.1111/j.1467-9280.2009.02472.x

1 comentario:

emejota dijo...

¡Es verdad! Hace varios años mis hijos me comentaron que me repetía. Nunca más. Utilicé el mismo recurso de preguntar antes para no darles la vara. También el de pensarme muy mucho lo que les voy a decir y cómo. Lo curioso es que ahora son ellos los que están empezando a despistarse pero su edad les impide reconocerlo. Un abrazo.