sábado, 3 de noviembre de 2007

En el principio fue la poligamia, o porqué los machos mueren jóvenes.

En todo el mundo, las mujeres viven más que los hombres. El porqué de este hecho no es algo evidente. Pero ocurre lo mismo en muchas otras especies: de leones a antílopes y de leones marinos a ciervos, los machos, por alguna razón, mueren antes.

Una teoría es que los machos deben competir por la atención de las hembras. Eso significa que la evolución está ocupada seleccionando a los machos en función de las cornamentas, el nivel de agresión y el diámetro de las llantas de aleación a expensas de la longevidad. Las hembras no están sujetas a tales presiones. Si esta teoría es correcta, el efecto será especialmente detectable en aquellas especies en las que los machos compiten por la atención de muchas hembras. Por el contrario, será reducido o estará ausente en las que no exista esta competición.

Para comprobar esta teoría Tim Clutton-Brock de la Universidad de Cambridge y Kavita Isvaran del Instituto Indio de Ciencia en Bangalore decidieron comparar especies monógamas y polígamas (en sentido estricto, la palabra correcta es poliginia más que poligamia, un macho reúne un harén de hembras). Querían averiguar si los machos polígamos tenían tasas de supervivencia menores y envejecían más rápido que los de especies monógamas. Para ello, recogieron datos relevantes de 35 especies de pájaros y mamíferos de vida larga.

El resultado de la investigación ha sido que la pauta es tal y como se esperaba. En 16 de las 19 especies polígamas de la muestra, los machos de todas las edades tenían muchas más probabilidades de morir durante cualquier período dado que las hembras. Más aún, cuanto más viejos se hacían, mayor era la diferencia de mortalidad. En otras palabras, envejecían más rápido. Los machos de las especies monógamas no mostraban estas pautas.

Pensemos un momento: si un macho tiene acceso exclusivo a, digamos, diez hembras, y hay tantos machos como hembras, eso quiere decir que hay nueve machos esperando a que el dueño del harén muestre el primer signo de debilidad para derribarlo. Esta intensísima presión competitiva significa que los individuos que tienen éxito pongan todos sus esfuerzos en una o dos temporadas de apareamiento, según el Dr. Clutton-Brock.

Esto obviamente se cobra su peaje. Pero un efecto más sutil puede que esté operando. La mayoría de los estudiosos del envejecimiento están de acuerdo en que el tiempo de vida máximo de un animal está determinado por cuanto tiempo puede razonablemente esperar escapar de los depredadores, la enfermedad, los accidentes y la agresión de los de su propia especie. Si de todas formas lo van a matar rápidamente, no tiene mucho sentido que la evolución desvíe recursos escasos en mantener la máquina a tope. Parece mejor que esos recursos se destinen a la reproducción. Y cuanto más amenazador sea el mundo exterior, más corta será la esperanza de vida.

No hay razón por la que esta lógica no sirva para las diferencias entre los sexos al igual que lo hace para las diferencias entre las especies. La prueba es identificar una especie que haya hecho su medio tan seguro que la mayoría de sus miembros mueran de edad avanzada y ver si la diferencia persiste. Afortunadamente, la especie existe: el hombre.

El Dr. Clutton-Brock considera que la diferencia sexual tanto en los ratios humanos de envejecimiento y en la edad de la muerte es un indicador de que la poligamia era la regla en el pasado evolutivo de la humanidad (y aún lo es en algunos sitios).

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