lunes, 24 de octubre de 2011

¡No puedo creer que sea...cultura orangutánida!

Pongo abelii

En las especies del género Homo, particularmente sapiens, las innovaciones culturales se transmiten de generación en generación culturalmente, a través del aprendizaje social. Para muchos investigadores la existencia de la cultura en los Homo es la adaptación clave que los diferencia del resto de animales. Si bien la cultura, como todo lo humano, tiene profundas raíces evolutivas, aún se discute si realmente la cultura es algo verdaderamente único de Homo. Un estudio [1] publicado en Current Biology realizado por un equipo de investigadores encabezado por Michael Krützen, de la Universidad de Zürich, afirma confirmar la transmisión cultural de comportamiento en poblaciones de orangutanes (especies del género Pongo). Veremos que, en sentido antropológico estricto, los autores no lo demuestran.

Hace unos diez años los biólogos que estaban observando grandes simios en estado salvaje empezaron a informar de la variación geográfica en pautas de comportamiento que, se suponía, sólo podrían haber aparecido mediante una transmisión cultural de las innovaciones. Estos artículos generaron un intenso debate entre los científicos que todavía continúa. Hoy día la gran discusión se polariza entre los que creen que las diferencias en comportamiento se deben a la existencia de cultura y los que creen que son una combinación de factores genéticos y ambientales. Veremos al final que esta dicotomía, que es el punto de partida de Krützen et al., es falsa o, al menos, no estricta.

Los investigadores estudiaron la variación geográfica de las pautas de comportamiento de nueve poblaciones de orangutanes, incluyendo las especies Pongo abelii de Sumatra y P.p. morio, P.p. pygmaeus y P.p. wurmbii de Borneo. Para ello los científicos recopilaron una ingente cantidad de datos: analizaron más de 100.000 horas de datos conductuales, crearon perfiles genéticos de más de 150 especímenes de orangutanes salvajes y midieron las diferencias ecológicas entre poblaciones usando imágenes por satélite y técnicas de detección remota avanzadas.

Con esta base de datos los investigadores pudieron valorar la influencia de los factores genéticos y ambientales en los patrones de comportamiento de las poblaciones de orangutanes. Encontraron que las variaciones ambientales eran las que más influencia tenían (como es lógico, pensemos en esquimales y bosquimanos) seguidas de las genéticas. Pero había una serie de comportamientos que no podían explicarse ni por factores genéticos ni ambientales lo que, concluyen los autores, “corrobora la interpretación cultural”.

Pero, ¿realmente esto es así? Lo que prueban Krützen et al. en realidad es que la capacidad para aprender cosas socialmente y transmitirlas de generación en generación no ocurre solo en Homo sino también en Pongo. Ahora, afirmar que esto es cultura en el sentido antropológico del término se trata de una falacia lógica llamada afirmación del consecuente, es decir, de unas premisas ciertas se extrae una conclusión falsa.

Para intentar ilustrar dónde está el error basta fijarse en la diferencia entre la forma en que aprende un niño (simbólico-imitativa) y la que explica (corroborado experimentalmente con estudios comparativos) hasta ahora el aprendizaje en simios no Homo (emulativa) ya que, para poder afirmar que existe cultura en los orangutanes, los investigadores habrían tenido que demostrar que existe una cognición simbólica en éstos, cosa que no hacen.

Los niños no sólo aprenden de otras personas sobre las cosas, también las aprenden “a través de ellas”, en el sentido de que deben conocer algo de la perspectiva del adulto sobre la situación para aprender el uso activo del acto intencional que se le está enseñando. La característica del aprendizaje cultural es que ocurre sólo, en palabras de Michael Tomasello [2], “cuando un individuo comprende a los otros como agentes intencionales, como su propio yo, que tienen una perspectiva sobre el mundo que puede seguirse, dirigirse y compartirse”. Por tanto, se requiere un tipo específico de socialización ligada a la cognición simbólica (en la que intervienen el uso de herramientas y el lenguaje), la verdadera naturaleza de la cultura: “la imposición de una forma arbitraria sobre el entorno” [3].

Esta entrada es una participación de Experientia docet en la VI Edición del Carnaval de Biología que organiza Diario de un copépodo.

Referencias:

[1] Michael Krützen, Erik P. Willems, & Carel P. van Schaik (2011). Culture and Geographic Variation in Orangutan Behavior Current Biology : 10.1016/j.cub.2011.09.017
[2] Tomasello, M. (1999). The Human Adaptation for Culture Annual Review of Anthropology, 28 (1), 509-529 DOI: 10.1146/annurev.anthro.28.1.509
[3] Holloway, Jr., R. (1992). Culture: A Human Domain Current Anthropology, 33 (s1) DOI: 10.1086/204018

1 comentario:

Cintia Refojo dijo...

Este es un tema largo y complejo que resumen bastante bien Frans de Waal en su libro "El simio y el aprendiz de sushi". Personalmente no estoy de acuerdo con las conclusiones del post, este tipo de conductas culturales no han sido solo observadas en la especie Pongo, sino también en chimpancés, bonobos o macacos. Hay una gran cantidad de literatura científica en este sentido. Respecto a lo que consideramos cultura o no es un debate muy amplio que habitualmente trata de diferenciarnos del resto de animales, por eso la variación de su definición para que vaya adaptándose a conductas únicamente humanas. La transmisión social, si tal y como defiende Tomasello debe implicar la comprensión de la intención, motivación y metas de otros los estudios ya han mostrado que los chimpancés poseen esta capacidad. El propio Tomasello lo hace. http://email.eva.mpg.de/~tomas/pdf/TICS30.pdf