domingo, 24 de febrero de 2008

Moralidad relativa.

¿De dónde viene la moralidad? Esta es una cuestión que ha ocupado a los filósofos desde que la filosofía existe. Después de dos milenios y medio de debate, los filósofos no han sido capaces de proporcionar una respuesta satisfactoria. Es la hora de la ciencia: un grupo de científicos reunidos por la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias de los Estados Unidos se ha puesto a la tarea de encontrar esa respuesta.

Uno de estos científicos, el Dr. Marc Hauser de la Universidad de Harvard, piensa que la moralidad es algo más que la aplicación refinada de las emociones. Su hipótesis es que el cerebro humano posee un módulo moral separado. Al realizar escáneres cerebrales a voluntarios a los que se enfrenta con un dilema moral sus centros emocionales no se ven implicados en la decisión. Por otra parte, la razón tampoco parece intervenir, ya que diferentes formas de matar al mismo número de personas con un tranvía fuera de control producen sistemáticamente respuestas diferentes. [Al plantear los dilemas morales se usa habitualmente una situación en la que un tranvía fuera de control puede matar a un número y clase de personas u otros según cómo actúe el sujeto. Estos experimentos y sus resultados han dado en llamarse tranviología.]

Esto no significa que todas las decisiones morales tienen que ser las mismas para todo el mundo (aunque en tranviología habitualmente lo son). En vez de eso el Dr. Hauser usa la analogía del lenguaje. Todos los humanos sanos poseen, en las palabras de su colega de Harvard Steven Pinker, un “instinto del lenguaje” que incluye las ideas de nombre, verbo, adjetivo y como se ajustan entre sí. Sin embargo, qué lenguaje aprendes depende de tu entorno (para más información ver "¿Y si la moral fuese innata?", enlace abajo).

David Sloan Wilson, de la Universidad Binghamton del estado de Nueva York, que ha estudiado el comportamiento de liberales y conservadores (en el sentido estadounidense de los términos) en sus respectivos entornos, coincide con el Dr. Hauser pero apunta también que el sentido moral que una persona adquiere no es arbitrario, como lo es el lenguaje, sino que está adaptado funcionalmente a las circunstancias.

Por si el avisado lector no se ha percatado de ello, lo anteriormente expuesto implica que no existe un valor moral absoluto, igual para todo el mundo, desde el punto de vista del individuo y que incluso las normas morales recibidas se adaptan a los entornos. Así por ejemplo compárense los valores morales de los individuos de las distintas denominaciones cristianas de hoy día entre sí o los de los pertenecientes a una determinada denominación hoy y hace 400 años.
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