martes, 19 de febrero de 2013

Leyes, teorías y modelos (y III): ¿Existen los paradigmas?



Se está convirtiendo en un lugar común en el periodismo científico, e incluso entre los mismos científicos, hablar de paradigmas y, sobre todo, de su cambio cada vez que parece que se realiza un descubrimiento (presuntamente) importante. Pero, ¿existen los paradigmas? Y, ¿somos conscientes de los que decimos cuando hablamos de paradigmas en ciencia?

En los años ochenta del siglo pasado la por entonces primera ministra británica Margaret Thatcher se negaba, no sólo a emplear ella, sino también a aceptar en el discurso de otros como expresiones válidas los términos “clase social” y “lucha de clases”. Para ella existía un sólo grupo social, la sociedad británica, e individuos dentro de ella; hablar de clases era para Thatcher aceptar de alguna manera la visión marxista de la sociedad y, por tanto, se abría la puerta a otros planteamientos de esta filosofía. Algo de razón tenía Thatcher: si aceptas un lenguaje, una jerga si se quiere, estás aceptando una visión del mundo. No habría que ir muy lejos para encontrar ejemplos en política, pero baste citar para el lector interesado “LTI, la lengua del tercer reich” de Victor Kemplerer.

Por ello hablar de paradigmas sería aceptar, en cierta medida, primero su existencia y, segundo, la filosofía de Thomas Kuhn. Y, probablemente, para sorpresa de muchos científicos, y hasta algún periodista, no estarían de acuerdo con ella si conociesen algunas de sus implicaciones. Veámoslo muy sucintamente.

La fe de los científicos

Para Kuhn, como para Paul Feyerabend, la observación está “cargada de teoría”, lo que quiere decir que las observaciones que decidimos realizar y la importancia que les atribuimos vienen determinadas por nuestras teorías previas. Esto puede parecer inocente e inocuo, pero de aquí tanto Kuhn como Feyerabend infieren que las distintas teorías científicas son “inconmensurables”, es decir, que no existe un conjunto de juicios observacionales neutro con el que distinguir la mayor o menor “validez” de las teorías.

Como corolario, Kuhn y Feyerabend encuentran que no es posible alcanzar la verdad objetiva a nivel de observables, no digamos ya a nivel de no observables.

Con lo anterior en mente, Kuhn argumenta que la historia de la ciencia muestra una sucesión de “paradigmas”, conjuntos de supuestos y ejemplos (en el sentido de modelos) que condicionan la manera en la que los científicos solucionan los problemas y comprenden los datos y que sólo cambian en las llamadas “revoluciones científicas”, cuando los científicos cambian una fe teórica por otra.

La elección de la palabra “fe” no es casual, porque dada la inconmensurabilidad de las teorías, se deduce, y Kuhn lo hace, que no existe razón lógica estricta para el cambio de paradigma. Los argumentos en favor de un paradigma u otro serían los mismos en última instancia que emplean los partidarios de las opciones políticas: razonamientos circulares; además no es posible recurrir al experimento para decidir entre ellos porque qué experimentos se hacen y qué validez se les atribuye dependen de la teoría que se defienda. Existe una cita de Planck que expresa esta idea expeditivamente: “Una verdad científica no triunfa convenciendo a sus opositores y haciéndoles ver la luz, sino más bien porque sus opositores terminan muriendo y una nueva generación crece familiarizada con ella”.

Estamos, efectivamente, ante un relativismo epistemológico, en el que, por si fuera poco, los “paradigmas” non son falsables en el sentido de Popper. Ni que decir tiene que Kuhn y Popper chocan frontalmente, a pesar de que en un mismo texto, en especial las noticias de física cuántica, se pueda hablar a la vez y sin rubor de “falsabilidad” y “paradigmas”. Curiosamente, ambos autores adoptan una epistemología evolutiva pero con resultados muy dispares.

Sigue leyendo en el Cuaderno de Cultura Científica

3 comentarios:

  1. muy buena entrada! Concisa y clara, va al problema fundamental de la epistemología de la ciencia. Felicidades

    ResponderEliminar
  2. "...o usamos sólo una teoría de la verdad que sea coherente y pragmática?"

    ¡Amén!

    ResponderEliminar
  3. El caso es que no me sé de dos teorías que cumplan:
    (i) Predicen cosas distintas sobre la realidad y
    (ii) Ambas son ratificadas por la interpretación de los experimentos realizada por la teoría.

    El único caso que me sé es el de aquél que le pregunta a un griego si es verdad que para decir "Sí" dicen "NAI" y el griego responde "NAI", a lo que el primero contesta "Ya sabía yo que no podía ser".

    ResponderEliminar

Por favor, cuida la ortografía y la gramática. Gracias.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.