miércoles, 28 de agosto de 2013

Galileo vs. Iglesia Católica redux (I): Antecedentes

Esta imagen que el ilustrador belga Jean-Leon Huens realizó para la National Geographic Society apareció en la serie Cosmos de Carl Sagan y, en el libro basado en la misma, aparece con el siguiente pie:

Galileo Galilei (1564-1642). En esta pintura de Jean-Leon Huens, Galileo intenta convencer a los escépticos eclesiásticos de que en la Luna hay montañas y de que el planeta Júpiter tiene varias lunas propias. La jerarquía católica no se dejó convencer. Galileo fue procesado por “sospecha grave de herejía”. Condenado gracias a un documento falsificado, pasó los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario, en su pequeña casa de las afueras de Florencia. Galileo fue la primer persona que utilizó el telescopio en el estudio de los cielos.

Este corto párrafo, con su uso preciso de los adjetivos, y la propia ilustración, con ese gesto del cardenal, viene a resumir la visión generalizada que hoy puede tener una mayoría respecto a las relaciones entre Galileo y la Iglesia Católica (IC) o, visto desde otro punto de vista, del inmovilismo de la IC con respecto a las novedades científicas, entonces y ahora. Pero, ¿realmente esto fue así? ¿No estaremos ante una combinación de falacia del historiador y presentismo? En esta anotación y las próximas exploraremos las circunstancias en las que se produjeron los descubrimientos de Galileo con el telescopio, la posición de la IC y cómo se desarrollaron los hechos en el contexto de la época. Dicha exploración, muy sencilla, pondrá de relieve hechos sorprendentes para algunos y, lo que puede resultar más interesante, nos permitirá reflexionar sobre cómo el conocimiento institucionalizado responde ante descubrimientos experimentales revolucionarios, aún aceptando la verosimilitud de dichos resultados experimentales.

Empecemos por el principio, estableciendo los antecedentes. En anotaciones posteriores veremos los descubrimientos objeto de polémica y, finalmente, cómo se desarrolló ésta.

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viernes, 23 de agosto de 2013

Los monos mecanógrafos contra la evolución


La extrapolación de conceptos matemáticos (o físicos) a la biología es una ocupación favorita de los grupos que niegan la evolución, eso sí, tomando algunos aspectos y desechando otros de lo que la biología tiene que decir. Una de esas extrapolaciones tiene que ver con el uso de monos mecanógrafos para demostrar que la evolución es falsa. En lo que sigue expondremos este argumento y veremos que los que lo emplean pasan por alto que los monos usan en realidad procesadores de texto, a nivel avanzado además.

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martes, 20 de agosto de 2013

Los comienzos de la apofenia cuántica

Spinoza decía que no existe orden en el universo, sino que es nuestra mente la que lo ordena. El llevar esta necesidad primate de encontrar pautas más allá de lo razonable es lo que se denomina apofenia. Una de sus manifestaciones es la numerología, que ha aparecido en muchas civilizaciones a lo largo de la historia, no porque encierre algo de verdad, sino porque los humanos seguimos siendo humanos. Hablábamos en un artículo anterior de que inteligencia no implica racionalidad, y la tentación apofénica es demasiado bella*, sobre todo para los matemáticos de formación y corazón como Arnold Sommerfeld, como para no caer fácilmente en sus redes. Es la tentación en la que cayó Kepler. Y nada podía ser más tentador que la existencia de relaciones de números enteros en la cuántica y en la interpretación de las líneas espectrales...



A finales de 1919 Arnold Sommerfeld publicaba Atombau und Spaectrallinien que rápidamente se convertiría en la “biblia” de los científicos y estudiantes que trabajaban en las teorías atómica y cuántica. 

En las primeras semanas de 1920 Sommerfeld empezó a recibir cartas elogiosas con el libro. Tanto teóricos como experimentalistas parecían encantados con el texto y su utilidad. David Hilbert le contaba que había leído el “magistral” libro “con una alegría creciente día a día” o Pieter Zeeman afirmaba que se leía como “una novela apasionante”. Aunque también recibió alguna crítica menor, como la de Max Born (que señalaba cierto ombliguismo muniqués en detrimento de las aportaciones de Gotinga o Copenhague), las críticas abrumadoramente fueron positivas. Con ellas, sin embargo, llegaron algunas solicitudes; algunas que cabía esperar (conferencias, artículos técnicos, participaciones en cursos y seminarios, visitas), pero otras completamente inesperadas y sorprendentes para el autor. Veamos cuáles y por qué.

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martes, 13 de agosto de 2013

Siguiendo a la manada: de los Mares del Sur a Facebook


¿Cuántas veces nos hemos hecho la pregunta de por qué determinada persona, siendo tan inteligente, cree cosas absurdas o realiza actos igualmente absurdos? El hecho de que nos hagamos esta pregunta indica que seguimos confundiendo inteligencia con racionalidad. Lo segundo es más raro que lo primero, básicamente porque lo segundo requiere esfuerzo y disciplina.

En varias ocasiones hemos hablado de la importancia que los sesgos cognitivos tienen en nuestro comportamiento. Uno de los que más nos cuesta reconocer que influye en nosotros es el comportamiento impuesto por la manada: hacemos lo que hacen los demás, simplemente porque lo hacen los demás. Es un comportamiento que tiene su lógica evolutiva: si todo mi grupo huye, mejor huyo yo también y luego, ya si eso, pregunto por qué corren; quedarse a averiguar la causa podría convertirme en la cena de un depredador. Lo mismo aplica a la búsqueda de comederos (preferimos bares y restaurantes con gente a vacíos), a la pareja (en la que encontramos atractivo al espécimen ya elegido y favorito de otros congéneres), o lo que nos gusta, divierte o emociona en general (por eso las risas enlatadas, los aplausos inducidos o las imágenes seleccionadas de público secándose las lágrimas en los programas de televisión). En esta era 2.0 seguimos sujetos al mismo principio, como ponía de relieve un estudio aparecido la semana pasada sobre nuestro comportamiento en Facebook.

Como apuntábamos al comienzo, la inteligencia no nos salva de él salvo que la utilicemos para desarrollar pautas que nos eviten caer inconscientemente en estos comportamientos que muchas veces son usados contra nosotros (básicamente por vendedores, publicistas, políticos y timadores; lo que no significa necesariamente que sean lo mismo). Tampoco nos salva la ciencia. Ni saber matemáticas. Ni ser religioso. Sólo la disciplina mental es de alguna utilidad.

Pero, mejor que argumentar, ilustrémoslo con un conocido caso histórico. En ningún lugar se expresa mejor de forma cuantitativa la irracionalidad humana que en el mercado de valores. Aún más desde que existe la prensa. Así que empecemos por el principio: Inglaterra, comienzo del siglo XVIII.

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martes, 6 de agosto de 2013

Químicos Modernos: Ellen Richards, la economía doméstica como cultura científica


Con motivo del 150 aniversario del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) el diario The Boston Globe confeccionó en 2011 una lista con los 150 contribuciones técnicas más importantes que habían sido desarrolladas en el MIT o por alumnos del MIT. El listado era también una forma de homenajear a esas 150 personas, entre las que estaban por ejemplo Tim Berners-Lee, el inventor de la World Wide Web, en el número 1, o Ivan Getting, el inventor del GPS, en el 10, o los veintitantos premios Nobel asociados a la institución. Aquí tienes una vista simplificada de los 30 primeros. Sólo hay dos mujeres, en las posiciones 7, Helen Greiner, cofundadora de iRobot, y en la 8 nuestra protagonista, Ellen Swallow Richards, “experta en nutrición, primera mujer admitida en el MIT”. Nunca una descripción, siendo cierta, fue tan injusta con una persona. Esta es su historia. 

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viernes, 2 de agosto de 2013

La paradoja del caballero hospitalario


De Monfort iba a añadir algo más pero se contuvo a tiempo. La cara del duque de la Baja Lorena no invitaba precisamente a desobedecerle. Tras los años de viaje y luchas para recuperar los Santos Lugares los habitantes de Jerusalén, cristianos o no, reconocían a distancia la cara de mal humor del Defensor del Santo Sepulcro, encarnación misma de la ira del Altísimo y, como tal, temida.

Godefroy de Bouillon paseaba arriba y abajo la estancia ante la atenta mirada de reojo de de Monfort. Finalmente, en un suspiro apenas audible, musitó:
    - Dios sabe que no vivimos con lujos precisamente, pero hágase Su voluntad que Él proveerá. ¿Qué propones, Hughes?
De Monfort esperaba esa pregunta y tenía preparada su respuesta:
    - Monseñor, las pagas de los caballeros pueden ser partidas, de tal manera que cobren sólo una décima parte aquí y las otras nueve sean pagables de vuelta a casa. Vuestras propiedades ya están hipotecadas con mercaderes judíos de Luxemburgo y Flandes y los judíos locales actúan de corresponsales de ellos. Os cobrarían un interés, pero calculo que os permitirían refinanciar esta partida un año más.
    - ¡Realmente los caminos del Señor son inescrutables!¡Que los que hicieron que lo crucificaran paguen ahora por su traición!
    - Realmente pagáis vos, monseñor...
De Bouillon estaba tan ocupado respirando con alivio que no oyó, o no quiso oír, a su consejero. Hughes de Monfort, prosiguió con voz algo más audible.
    - Después está el asunto de los gastos corrientes...
    - ¿Por qué te paras? ¡Continúa!
De Monfort tragaba saliva. Llegaba al punto más sensible para de Bouillon, a su orgullo, a lo que él llamaba la “misericordia del Señor retornada”.

De Bouillon había mandado construir el hospital de San Pedro a las afueras de Jerusalén, al otro lado del Cedrón, en el mismo lugar donde se había atendido a los heridos durante el asedio de la ciudad. Después había tomado a su cargo el hospital de peregrinos de San Juan cerca de la vía Dolorosa, con la idea de atender a los habitantes de la ciudad. Quería simbolizar con estas acciones la misericordia universal del Señor, que había mandado tratar a cristianos y no cristianos por igual, y empleaba para ello a todos los médicos disponibles, incluyendo tanto judíos como musulmanes, bajo la dirección de los Caballeros Hospitalarios, una autoproclamada Orden de San Juan de Jerusalén que mandaba Gérard de Martigues.

De Bouillon, que había torturado a de Martigues tras la caída de la ciudad por sospechar que colaboraba con el enemigo, ahora le profesaba si no afecto, si un gran respeto por su piedad, su capacidad organizativa y su inteligencia. Por eso mismo, de Monfort encontraba la situación especialmente espinosa. Cualquier propuesta que hiciese que pudiese afectar a los Caballeros de San Juan, Gérard de Martigues podía ingeniárselas para volverla en su contra. Por ello había preparado concienzudamente sus argumentos.
    - Monseñor, Dios sabe que no podemos vivir más austeramente de lo que ya lo hacemos. Por ello sólo nos queda cerrar uno de los hospitales que monseñor tan generosamente sostiene...
La mirada de Godefroy de Bouillon habría petrificado a otro que no hubiera sido Hughes de Monfort, que prosiguió con los ojos clavados en el suelo.

    - He mirado los números. El Hospital de San Juan ha atendido a 2100 personas en el último año, de las que han muerto 630, 30 de cada 100. El de San Pedro a 800, de las que 160 han partido de este mundo, 20 de cada 100. Hemos de cerrar San Juan y centrar nuestros escasos recursos en San Pedro. Es una pura cuestión de eficacia.

El Defensor del Santo Sepulcro se quedó mirando de hito en hito a de Monfort, en silencio. Tras un tiempo que pareció eterno, habló:
    - Haré venir a de Martigues y se lo cuentas a él.

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